Introducción a quien pretende enseñar. Graciela Manjarrez Cuéllar
Quisiera compartirles uno de los trabajos parciales que hice para el curso Estudios Sociales del Cuerpo y las Emociones, de CLACSO, con la finalidad de seguir algunas discusiones que tuvimos. Los conceptos de las lecturas que tuvimos me sirvieron para interpretar la temática del habitus de la educación, me baso en un fragmento del libro de Paulo Freire. Espero escribir con la fluidez de una conversación.
En espera en la sala de un médico, pensaba en la línea delgada que hay entre la noción del cuerpo como objeto de estudio y la noción del cuerpo “propio”; en la línea delgada entre el pudor y la inspección médica, que no he sabido resolver, me lleva a los porosos terrenos de la ética. Mientras, hojeo un librito querido, el humanismo de Freire me regresa al cuerpo de las emociones y la crítica a la densidad humana. Ahora con las lecturas y los intercambios de lo compañeros del curso, leo la introducción pensando en el cuerpo.
Tomo el sentido amplio de educación, el que no solo está escolarizado, sino que constituye el habitus, lo aprendido incorporado con formas diversas, visibles o no, con lenguajes verbalizados o gestuales, una semiopraxis de la intersubjetividad en el espacio cotidiano, para relacionar el cuerpo con la educación. Anterior a la intención ideológica está la pedagogía del cuerpo, en sus tiempos antiguos, con la virtud como perfeccionamiento espiritual; desde la modernidad el cuerpo infantil se convirtió un proyecto social de sujeción de las emociones. Por ejemplo, La obra de Emilio o de la educación, de Juan Jacobo Rousseau, dedica una buena parte de su contenido, al desarrollo de la formación de los sentidos en el programa pedagógico. Para él, la formación humana, es “el prerrequisito primordial para el desarrollo de la moral, el conocimiento, el juicio, la virtud y, en general, para la sociabilidad y las formas de contacto con el mundo. Y todo lo anterior es posible, además, gracias precisamente a la perfectibilidad y a libertad humanas”. Educar al cuerpo es educar a la sociedad.
A su vez, el texto de Paulo Freire, Cartas a quien pretende enseñar, es fundamental para los que profesionalizan la educación, maestros, tutores, autoridades o aquellos operadores del conocimiento que movilizan los discursos en sus comunidades de afiliación. Desde las primeras líneas Freire provoca que la emoción del sentimiento del compromiso político y el placer guían sus palabras, partes escritas en el inter de los pequeños espacios que nos quedan del ritmo de productividad, en reconocer la humanidad de nuestra persona como el “sí mismo” entre las voces múltiples que hablan en cada uno de nosotros. “Abrir las puertas” de las aulas, de nosotros, para permitirnos escuchar inclusive los que pueden aparecer como contrarios, dice el autor, para darnos cuenta que solo ha aprendido de otra manera. ¿La democratización es un humanismo? me pregunto al leerlo, una religiosidad. Perdonar a los contrarios, hablarle a su humanidad, a sus sentimientos. Su lucha por una escuela democrática, aprender y enseñar de “un modo diferente”, en la comprensión de la vida toda con sus matices; alejada del proceso de transmisión-recepción pasivos de la pedagogía de la opresión social.
El diálogo es la estructura de comunicación que posibilita la empatía, no como una forma de cortesía sino como escucha fraternal, es decir, escuchar la voz interior. Agradece a sus cercanos, amigos y parientes, por su paciencia y diálogo, aún los no tan cercanos, como refiere de un empresario que conoció casualmente “me veía como malhechor del Brasil”, menciona, tuvo una recepción de su persona: “Fue un placer conocerlo de cerca. No diría que me convertí a sus ideas, pero cambié radicalmente mi apreciación sobre usted”, cita. ¿Quién podría fingir no voltearse hacia un personaje como Paulo Freire? su personalidad poderosa como un apóstol de la humanidad, un árbol que acoge a los oprimidos (hay un dibujo evocador que no pude poner aquí con la metáfora de un árbol, sus barbas como ramas, los niños en sus raíces), les da el lugar del aprendizaje, la posibilidad de la liberación en la ruptura del silencio. Hablar es poder, se podría decir, hablan los dominadores, se callan los oprimidos. El silencio también es una resistencia social, a la vez su propia atadura. Desaprender la opresión social, abrir las puertas cerradas a los descalificados por la dominación social que no pueden acceder a la escuela por ser trabajadores. La pedagogía de Freire es sobre el poder que también detentan los oprimidos en lo único que les queda: su cuerpo. Manos para trabajar, pies para movilizarse, sexo para reproducirse y divertirse, cabeza para la conciencia de la libertad, los sentimientos como cambio social.
Mientras la pedagogía de Rousseau busca domesticar las pasiones como defensa para entrar al pacto racionalista de la convivencia social, Freire busca liberar la opresión social en la comprensión del mundo para la felicidad mediante la alfabetización. El analfabetismo será para Freire, un obstáculo para la convivencia social, la “plena ciudadanía”, la escuela es el medio para lograr la liberación de los desposeídos. Los educadores progresistas habrán de educar con la práctica de “los predicados”, en la humildad, el amor, la paciencia, la alegría y la tolerancia, que no son un “regalo” de la naturaleza, hay que hacer oficio de ellos. A diferencia de Rousseau, con quien hay que imitar el “libro de la naturaleza”, donde se muestra el verdadero desarrollo humano. Diferentes momentos históricos, a otras preguntas otras respuestas, sin embargo, ambos se encuentran en la atención al cuerpo como vía-de logro personal, tecnologías del yo y en el imaginario del “sí mismo” que visualiza al cuerpo esperado por una colectividad, su imagen frente al espejo y el que se vive.
El cuerpo de Freire en su didáctica sería tanto la noción de sus partes, como la relación con ciertas áreas de conocimiento en su posición política, según el análisis de Liuba Kogan. También, siguiendo a la autora, es la relación del sujeto/cuerpo que interactúa en un entorno simbólico que establece qué es una “vida buena y cómo vale la pena vivirla”, aun cuando este análisis no corresponda a la época de Freire. Es una de las (des)proporciones del análisis, la temporalidad del analista y la del objeto de estudio, son operaciones de la investigación, según Certeau, que convierte la experiencia de la doxa en un tema, un tema en problema de investigación, una investigación en el corpus de la región abstracta de los conceptos.
Bibliografía
Certeau, Michel de, La toma de la palabra y otros escritos políticos, UIA/ITESO, México, 1995.
El cuerpo por educar, El cuerpo en el programa antropológico-pedagógico..
Freire, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar, Siglo XXI, México, 1994.
Kogan, Liuba. “La insoportable proximidad de lo material: cuerpos e identidades en las ciencias sociales”, Debates en sociología, núm. 32, Revista de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en prensa.
--- Rodrigo Díaz Cruz “La huella del cuerpo. Tecnociencia, máquinas y el cuerpo fragmentado”, Tópicos del Seminario, julio-diciembre, número 016, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2006.
Buenas tardes, quisiera ponerme en contacto con la autora, se podrá? Gracias.
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