lunes, 13 de julio de 2009

Petróleo, Marginalidad y Santos Negros... Mag. Oleski Miranda

Petróleo, Marginalidad y Santos Negros. Narrativas Emocionales de una ciudad petrolera de Venezuela

Este ensayo trata sobre la más emblemática ciudad petrolera situada en el oeste venezolano. Cabimas presenta una gran paradoja, el que sus habitantes por décadas hayan vivido marginados pobremente en medio de la riqueza petrolera. En Cabimas, el “debería ser” ha pasado a conformar una mirada que, más que nostálgica, se ha venido legitimando para el reforzamiento de la esperanza o la espera de una situación mejor. Esto ha dado sentido a un discurso que abarca el cancionero popular (la Gaita protesta), el testimonio (Cabimas ha dado tanto…o Cabimas debiera tener…) y las fiestas religiosas (San Benito), y desde los cuales se hace resistencia a la marginalidad, arraigada en un imaginario construido sobre dispositivos emocionales como los que representa el resentimiento, la esperanza, el lamento (clamor) y la fe de quienes conviven en este municipio petrolero.
Cabimas, Marginalidad, Esperanza, Clamor y Fe.

La Marginalidad Confusa
En muchos casos al hablar de la actitud de los habitantes de Cabimas se hace referencia a dimensiones tales como el lamento, el resentimiento, la fe y la esperanza. Estas expresiones se dan en un marco de marginación que es vivida cotidianamente, como resultado de los problemas y carencias; que en sí, no es muy distinta a otros municipios deprimidos de Venezuela, sin embargo estas se establecen en contraste con la abundancia y el crecimiento económico de la explotación petrolera.

La forma en que se manifiesta el fenómeno en Cabimas es paradójica. La ciudad es excluida de las inversiones de origen fiscal petrolero, a pesar de haber sido en su momento, uno de los epicentros de producción mundial del hoy encarecido mineral. Como resultado de esta situación, se ha dado una suerte de detonación en la conciencia de sus habitantes y en especial en la manera de asumir la realidad que les rodea. Esto es lo que llamamos marginalidad confusa: vivir marginados pobremente en medio de la riqueza, y que en el caso de Cabimas, no es otra que ese tipo de economía de enclave que ha generado la riqueza petrolera.

Sobre este punto hay que resaltar que esta realidad no es exclusiva de este municipio de la Costa oriental del Lago, los cambios que ha generado la explotación de minerales o de recursos naturales valiosos, han llevado a que muchas regiones de América Latina sufran situaciones parecidas. En lo que hoy es el norte de Chile, por ejemplo, la explotación del salitre a finales del siglo XIX derivó en una guerra con Perú y Bolivia, confrontación que sigue provocando cierta resonancia entre ambos países. En Bolivia, la región minera del Potosí, ha nutrido por siglos la infame historia de injusticia del país andino. En Perú los pueblos mineros del altiplano peruano han brindado grandes riquezas a minorías empresariales que constantemente son acusadas de cometer genocidios y ecosidios. En Brasil, en algunos pueblos selváticos del Amazonas, la explotación masiva del caucho (el llamado ciclo de caucho), introdujo graves problemas ecológicos que luego se tradujeron en perjuicios económicos al declinar la demanda.

De tal forma al definir este tipo de marginalidad en la que está sumida Cabimas, seguimos el supuesto común en cualquier definición de marginalidad, el cual no es la falta de participación o ejercicios de roles en forma determinada o en esfera dadas de la actividad humana, si no la falta de participación en aquellas esferas que deberían hallarse incluidas dentro del radio de acción y/o acceso del individuo o grupo. Es decir, un juicio sobre la base de la comparación entre una situación de hecho y un deber ser. Cuestión claramente establecida en el discurso del cabimero, cuando se manifiesta en voz de la gente o el cancionero popular la expresión: “Cabimas debería tener”.

El Imaginario Social Cabimero
El imaginario social es un conjunto de representaciones formadas en la memoria afectivo-social de una cultura. Para autores como Bronislaw Baczko (1991) a través del imaginario social no solo se pueden percibir las aspiraciones, los miedos y las esperanzas de un grupo social, sino también puede fungir como el dispositivo que puede impulsar cambios importantes en momentos claves. Puede entenderse entonces al imaginario social como un módulo del imaginar colectivo que funciona para regular el comportamiento o para impulsar el accionar de las personas en situaciones concretas.

Los primeros cambios que sufrió el imaginario social cabimense se dan a partir de la dramática transformación que dio la zona con la llegada de miles de trabajadores que arribaban en algunos casos con sus familias enteras, para finales de los años veinte y treinta. Por lo que se pasa de agreste caserío a ser un centro industrial petrolero en menos de una década. Sin embargo las valoraciones colectivas, las que podríamos considerar de algún modo más representativas del imaginario social cabimero, tienden a hacerse visibles en la década del sesenta luego del establecimiento y conformación de una clase obrera consciente de sus problemas y los del municipio. Esta mentalidad o imaginario socio-histórico como resultado de la acumulación de experiencias y de la memoria reciente, empezó a expresarse en el malestar de las habitantes de Cabimas en relación a su entorno.

Una ciudad poco atendida por las autoridades y a su vez segregada por las empresas extranjeras, hizo que la música popular de la época comenzara a reflejar muy bien esta problemática. La gaita como expresión autóctona musical zuliana, describía con letras desafiantes el reclamo de los pobladores de la costa oriental del lago. La expresión colectiva era la exigencia de mejoras que a veces se materializaban en huelgas de los trabajadores aunque muy sesgadamente. Pero los actores en este caso, no eran solo los trabajadores petroleros, sino los habitantes en general del municipio, los cuales se percibían como los ingentes marginados de la riqueza petrolera. A la par de este tipo de identificación las expresiones culturales como la música y el mismo testimonio popular destilaban expresiones de orgullo, por ser los protagonistas principales del desarrollo de esta riqueza. En la actualidad prevalecen muchas de estas representaciones, la alegoría a un futuro mejor aún resalta. Así como la espera de una forma de justicia social y de reconocimiento. Concepción que posibilita observar la dinámica social e histórica del imaginario social, en el caso de Cabimas, a partir de las carencias y la apremiante situación que por mucho tiempo ha caracterizado al lugar. Como coincidencia valorativa se compartía el sufrimiento, las condiciones incalificables y la exclusión, esta ultima ante la opulencia de algunos privilegiados y el personal extranjero. En lo simbólico el imaginario social se canalizo en el lenguaje del clamor. Mientras que cada vez más se aceptaba la realidad de la ciudad como forma de situarse en ella.

La marginalidad confusa cabimera es parte de este imaginario como la representación de las personas hecha memoria, como una forma de ordenarse e identificarse socialmente por ser los principales marginados a pesar de ser los protagonistas de esta riqueza. La marginalidad confusa pasa a convertirse en una forma de identidad colectiva que no solo concentra la valoración afectiva del cabimero sobre su realidad, sino que la ordena y explica en relación al mundo social en el que se encuentran. Esa “magma de significaciones imaginarias sociales” tiene como rasgos por un lado el clamor y orgullo y por otro la esperanza y la fe. Estas representaciones se legitiman a partir de la experiencia colectiva, como apunta Olivier Fressard (2006), igualmente terminan regulando el decir, orientando la acción de los miembros de esa sociedad, estableciéndose tanto las maneras de sentir y desear como las maneras de pensar. El caso de Cabimas es un interesante ejemplo de cómo una sociedad “conforma” eficazmente un imaginario social que funciona como un ente estabilizador en este caso el clamor y el orgullo y reforzador de la fe y esperanza, así como de la identidad local ante una realidad de pocas ventajas.

El Clamor y el Orgullo
Si clasificamos y caracterizamos algunos rasgos del cabimero podríamos destacar dos elementos afectivos que resaltan de los nacidos en el municipio: el clamor y el orgullo. Una de las expresiones corrientemente usada en ciudades aledañas distingue la primera característica, hasta hace muy poco era común escuchar la frase: ¡Pides más que Cabimas!, cuando alguien quería hacer referencia en un momento específico a su interlocutor que su petición era excesiva.

¿Pero más allá de la expresión popular, qué significa pedir más que Cabimas? El comentario no es precisamente hacerse eco del ruego y clamor que sus residentes han legitimado desde la cultura popular, o las demandas que los gobernantes locales han manifestado ante el centralismo regional y nacional. El uso de la frase, que es moneda de uso corriente en el humor popular regional, encierra toda una retórica e hipérbole que funciona para inculpar a los habitantes de Cabimas. Es como si se usara la ironía para decirle al otro, al vecino: -“Ya basta…Hasta cuando vas a seguir pidiendo”.

Esta tensión, como resultado de años de clamor, ha pasado a ser uno de los cimientos de la sensibilidad que da pie a esa enraizada forma de orgullo que muestran los habitantes de Cabimas. Vaya un ejemplo apoyado en mi propia experiencia y anecdotario. Es el caso de los estudiantes universitarios oriundos de Cabimas, que cursan estudios en ciudades como Maracaibo. Aunque estos comparten rasgos propios de lo que puede definirse como la identidad zuliana, existen ciertos elementos que los diferencian. Tradicionalmente, en las Universidades de Maracaibo, el hecho de provenir de Cabimas siempre ha dado lugar a la estigmatización.

Entre las características comunes que podría decirse existen entre los estudiantes cabimenses que viajan diariamente fuera de los límites del municipio, se puede observar la asunción de una particular forma de orgullo vindicador y etnocentrista, para enfrentar los dardos del comentario burlesco o el sarcasmo que algunos dirigen en torno a la realidad de Cabimas. Es habitual para los estudiantes universitarios el hecho de que al hacer mención de su procedencia siempre salga a relucir el prejuicio. Entretanto, pensar en la eficacia simbólica del “orgullo” como la representación que toma la impotencia tiene sentido ya que cuando se visita a Cabimas y se nota esta común actitud entre sus habitantes, no es extraño que el visitante termine preguntándose ¿de qué se siente orgulloso el cabimero? Quizás una interpretación adecuada del orgullo cabimero, como un blindado sistema defensivo para enfrentar el entorno, podría estar conectada en parte con la resistencia y la adaptación. El hecho de luchar para sobrevivir por generaciones y “el salir adelante” entre la desidia y el olvido, ha dado lugar a que se establezca una relación afectiva con el entorno. La familia y los lazos filiales tienden a ser el centro de esta relación afectiva, que al mismo tiempo cumple la función de potenciar las posibilidades para salir adelante.

El orgullo como recurso encarna un tipo de eficacia simbólica, donde no solo se desconoce y se aparta la realidad en la que se carece de oportunidades. El orgullo funciona también para transformar la realidad, hasta convertirla en el lugar donde la familia y los seres queridos son la piedra angular del arraigo y el orgullo. En términos de Foucault, el orgullo de los cabimeros vendría a ser un dispositivo de la subjetividad para una práctica deliberada en donde las razones del orgullo cabimense no son cuestiones tangibles, como por ejemplo un espacio natural, un monumento, o el mismo petróleo sino más bien algo tan básico como lo es la necesidad de sosiego.

El Santo Negro en la tierra del petróleo
El petróleo no sólo trajo consigo los miasmas y las contradicciones del progreso a la región conocida como la costa oriental del lago de Maracaibo y específicamente a la ciudad de Cabimas, sino también, la fiesta que le rinde tributo a uno de los santos más mimados del catolicismo: San Benito, El Santo Negro. La fiesta popular-religiosa de San Benito además de ser el evento social y religioso más significativo del municipio petrolero, también representa una estrategia para la reafirmación de la fe y la esperanza en el contexto de marginalidad que vive la ciudad de Cabimas. Cada 27 de diciembre o 6 de enero, la procesión se inicia temprano en la mañana, son dos los recorridos que los devotos y asistentes pueden seguir dependiendo del día asignado, uno es el de la Avenida Andrés Bello y otro el que se hace por el sector La Rosa alternándose cada año. La procesión tiene una gran fuerza audiovisual que se objetiva en la gran cantidad de colores, indumentarias y artefactos que las personas usan durante su participación.

Como se trata de una actividad que reúne a una importante cantidad de asistentes, puede encontrarse una variopinta mezcla de personas de todas las clases sociales, razas e incluso (a pesar del de ser una fiesta netamente sincrético-católica) de distinto credo religioso. Los nodos en común tienden a ser la tradición cultural y la fe a la entidad de San Benito, aunque siempre hay quien señale que asisten solo por diversión o para embriagarse. Pedro Estrada, el cronista oficial de la ciudad, relata que el santo llega con las misiones franciscanas que se asentaron en la zona norte del municipio, de allí que el área terminaría llamándose “La Misión”. Pero el origen del fervor y de la fiesta en la ciudad no parece estar muy claro. De acuerdo a la tradición oral se habla que algunos obreros afrodescendientes provenientes del sur del lago, usaron sus tambores para pedirle al santo que detuviera el chorro de petróleo que fluyo por días en el reventón de Los Barrosos en el año de 1922

Los matices de esta historia varían, otras de la versiones que suelen contar los pobladores es que un zamuro, comenzó a volar sobre el chorro de petróleo y este lentamente fue bajando de intensidad hasta que pudieron colocarle la válvula. Las personas pensaron que se trataba de San Benito. El pintor popular Blanco Aparicio ha plasmado en sus cuadros la primera versión, esa donde un grupo de chimbángueles tocaron rodeando al pozo pidiéndole a San Benito para que parara su brote. Versión que él conoce y donde incluso habla de la negativa de los técnicos norteamericanos encargados en ese entonces.

En Venezuela, específicamente en la región occidental, es donde se puede observar con mayor intensidad el fervor al santo y la tradición del chimbángueles. Las regiones de Gibraltar y Bobures al Sur del Lago de Maracaibo con una alta concentración de población afro-zuliana, son los asentamientos con los fieles más devotos al Santo y donde la fiesta rebosa de un estricto carácter mítico-religioso. Sin embargo es en Cabimas donde la fiesta toma un carácter masivo, con altos porcentajes de asistentes. Se trata pues de una actividad colectiva sin precedentes, no solo por la gran cantidad de personas que asisten, sino también por las tipologías y mezclas de raza, clase social, sexo, edad y procedencia. Su culto es tan importante en la ciudad que incluso una de las parroquias más jóvenes fue nombrada como el santo en el año de 1995. También recientemente se construyó una plaza en la ciudad llamada la plaza de los chimbángueles, así mismo muchas edificaciones públicas y negocios como farmacias y licorerías también ostentan el nombre del santo negro.

En la procesión de San Benito los cabimeros y demás devotos se convierten en los principales protagonistas de esta celebración, los asistente no son meros espectadores como en otras fiestas litúrgicas. Cada año con la celebración, los problemas se dejan de lado y se abre paso al goce y entrega a una de las divinidades a la que sus devotos no solo muestran un gran fervor, sino también un encarnado y sentido afecto que por ese día, tiende a revertir ese adverso y luctuoso entorno petrolero que siempre ha caracterizado a Cabimas.

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