domingo, 12 de julio de 2009

El cuerpo como núcleo de la pedagogía crítica. Linda Soraya Khodr

Universidad Nacional de Quilmes,
likor@arnet.com.ar - lkhodr@cap.uvq.edu.ar

En el presente trabajo se reflexiona sobre las posibilidades inéditas de transformación en las escuelas, a partir de la recuperación/ reapropiación de su cuerpo por parte del docente. Cuerpo que la escuela tradicional en tanto institución moderna, sujeta y domina (al igual que el de sus alumnos) a los efectos de garantizar la reproducción del criterio educativo y social vigente, el cual ponía a los sistemas educativos al servicio de la consolidación de los Estados en lo político, del ciudadano en lo social, y ambos en desarrollo del capitalismo.


Durante el año 2008 he vivido la experiencia junto a las / los estudiantes de la puesta en praxis del primer diseño de formación de profesores de nivel primario desde el marco teórico de la pedagogía crítica en la provincia de Buenos Aires. El horizonte formativo es de un maestro/ a que se mire a sí mismo como un pedagogo transformador de las prácticas educativas, es decir, como constructor de la cultura.
En la dialoguicidad del encuentro surgen distintas sensibilidades, que parten de sensaciones de desconcierto en las primeras clases que se expresan, por ejemplo, en las siguientes frases: “No sé de que va esta materia, ¿no es educación física?” “Como maestra no trabajo con el cuerpo de los chicos” lo que nos permite comprender como grupo que somos portadores de la visión hegemónica del cuerpo “como individuo”, tal como sostiene Gramsci (1984) es esta dimensión hegemónica la que nos ocluye el encontrarnos o reconocer nuestro cuerpo “en el conjunto de relaciones sociales”. Con el transcurrir de las clases- taller desarrollamos una sensibilidad distinta, que bien podríamos inscribirla en “la batalla contraexpropiatoria” (Scribano,2007 ) construida en la práctica grupal de percepción de sensaciones que nos conectaron con distintas tonalidades musculares y con la energía social que disponemos.
Como reflexión de dicha experiencia se valora la posibilidad del cuerpo del educador como núcleo de la pedagogía crítica. Desde “corporeidad y Motricidad” es posible desplegar la trama de la identidad docente acorde a los desafíos históricos que nos presenta Latinoamérica, mediante un proyecto en que es posible sentirse y ser creador a través de la experiencia cultural y el juego, produciendo un espacio transicional que permita reconocernos como educadores, recuperando la confianza en los pares, condición necesaria para contraponernos a “La ideología fatalista, inmovilizadora, que anima el discurso liberal, [que] anda suelta en el mundo. Con aires de posmodernidad, insiste en convencernos de que nada podemos hacer contra la realidad social que, de histórica y cultural, pasa a ser – o tornarse- “casi natural” (Freire 2008). Esto es de suma importancia para nuestros pueblos, para avanzar en la construcción de sociedades más justas.

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